5/6/2021- Por Jorge Baldino

LA HISTORIA DEL WUNDERTEAM, EL EQUIPO MARAVILLA

La Selección Austríaca de la década del 30’ marcó el pulso futbolístico de la época. Con Hugo Meisl como entrenador y Matthias Sindelar como principal figura, quedó en el recuerdo por su juego vistoso, revolucionario y adelantado a su tiempo.


La Selección Austríaca de la década del 30’ marcó el pulso futbolístico de la época. Con Hugo Meisl como entrenador y Matthias Sindelar como principal figura, quedó en el recuerdo por su juego vistoso, revolucionario y adelantado a su tiempo.

Hay equipos que quedan en el inconsciente colectivo, grabados a fuego en la memoria. Los motivos pueden ser muchos y diversos: la cantidad de títulos obtenidos, la táctica, sus individualidades. El Wunderteam austríaco reunía todas esas características y, también, una cualidad única: fue precursor de un estilo. Para reconstruir su historia, es imprescindible conocer a tres personajes que fueron claves para edificar a ese equipo: Jimmy Hogan, Hugo Meisl y Matthias Sindelar.

Hogan y Meisl, una sociedad indestructible

Herbert Chapman, Hugo Meisl y Jimmy Hogan

Para entender el pensamiento y la dimensión de Hugo Meisl, primero hay que citar al hombre que fue su gran influencia, amigo y mentor: Jimmy Hogan, un británico nacido en Lancashire, adelantado a su época, revolucionario, con tácticas innovadoras. Hogan fue jugador en Inglaterra, pero nunca se destacó demasiado. Siempre tuvo una visión distinta del fútbol, con pensamientos y prácticas poco habituales para esa época : por ejemplo, entrenaba su físico constantemente, con una autoexigencia feroz. Comenzó su carrera de entrenador a los 28 años, en Holanda. Luego volvió a Inglaterra para jugar un tiempo más y definitivamente se retiró como jugador. Llegó a Austria de la mano de Hugo Meisl, quien en ese momento se desempeñaba como Secretario General de la Asociación Austríaca de Fútbol. Hogan fue considerado un “traidor” en su patria, pero un genio en toda Europa Central, donde todos los países adoptaron sus ideas como un mantra.

Meisl, por su parte, había nacido en Checoslovaquia, en la ciudad de Malesov, pero cuando era adolescente fue a Viena a completar sus estudios. Pertenecía a una familia de judíos comerciantes. Era un joven con una facilidad innata para aprender idiomas (hablaba ocho) y con mucha lucidez para las finanzas. Pero su deseo era otro y en Austria lo pudo cumplir: dedicarse al fútbol. Meisl era un apasionado por la táctica y la técnica individual. Fue uno de los fundadores de la Asociación Austríaca de Fútbol (OMB) en 1904 y ya a los 31 años era el técnico de la selección. Solo se mantuvo lejos del fútbol cuando tuvo que combatir como soldado en la Primera Guerra Mundial. Fue impulsor de la Copa Mitropa (antecesora de la Champions League), la primera competición europea importante entre clubes, que nucleaba a los equipos de Europa Central e Italia, las mayores potencias de la época. También de la Copa Internacional de Europa Central, un torneo que jugaban las mejores selecciones de Europa de ese momento, que se podría comparar con la actual Eurocopa.

Tanto Hogan como Meisl tenían una visión muy distinta a lo que era el fútbol inglés de estilo directo, frontal, con pocas combinaciones y hasta algo rústico. Ambos pensaban que había otra manera de jugar, que se podía practicar un juego distinto, más vistoso, con más asociaciones y con una premisa fundamental: el balón al ras del piso. El mítico “Ring Café” de Viena era el escenario donde convivían personajes de la tertulia literaria, directores de cine, dirigentes, jugadores y comerciantes judíos. El fútbol era un tema central: todos opinaban, debatían, pensaban juntos. Tantos años de charlas y de intercambiar conceptos fueron la antesala de lo que luego se convirtió y se conoció como la “escuela vienesa o de Danubio” y también fue la base sobre la cual se edificó el equipo que marcó la década del 30: das Wunderteam (equipo maravilla en alemán). Meisl no solo fue el técnico, también era árbitro y dirigente. Fue el ideólogo, el fundador, el hombre detrás de la revolución del fútbol austríaco. Hogan siempre estuvo a su lado.

Matthias Sindelar, el alma del Wunderteam

Matthias Sindelar, considerado el mejor futbolista austríaco de la historia.

Sindelar nació en Koslov, un pueblo de la antigua Checoslovaquia (hoy República Checa). Su familia era extremadamente humilde. Cuando Matthias cumplió dos años se mudaron a Viena, capital del imperio austrohúngaro, en busca de una perspectiva de vida más favorable. Recalaron en un barrio de inmigrantes, llamado Favoriten. En esas calles se comenzaría a gestar su leyenda. Una época en la que era frecuente que se jugasen partidos entre los distritos y también entre escuelas, que en algunas oportunidades eran la antesala de partidos oficiales en los estadios de los clubes importantes de Viena. Matthias demostró rápidamente sus cualidades: era muy ágil, rápido, con una capacidad natural para dejar rivales en el camino. Debutó en el Hertha Viena y luego fue transferido al equipo más importante del país: el Austria Viena.

Su debut en la Selección Austríaca fue en 1926 en Praga, frente a Checoslovaquia, su país de origen, en el que anotó un gol para ganar 2 a 1. Si bien era un momento de reconstrucción, Matthias no era demasiado considerado por el entrenador. Después de su debut estuvo varios años sin ser convocado. Hasta que Meisl, luego de una serie de resultados desfavorables, tuvo que ceder ante la presión de la gente y los periodistas, que pedían de forma insistente la inclusión de Sindelar en el equipo nacional. Pero realizó un cambio en la formación del equipo que fue fundamental: corrió a Friedrich Gschweidl (que era el delantero centro), como delantero interior y puso a Sindelar en su posición. A partir de ese momento, Austria comenzó a ganar. Ese día, el 16 de mayo de 1931, le ganó a Escocia por 5 a 0 y comenzó una racha victoriosa ante las potencias europeas: 6 a 0 (de visitante) y 5 a 0 (de local) frente a Alemania; 8 a 1 a Suiza; 2 a 1 contra Italia; 8 a 2 frente a su clásico rival, Hungría, entre otros. En esa misma temporada 1931-1932 ganó la Copa Internacional de Europa Central.

Austria tenía un plantel con jugadores extraordinarios, como el delantero Josef “Pepi” Bican, quien al día de hoy es el jugador con más goles oficiales en la historia del fútbol (805); Walter Nausch, un genial mediocampista que también fue técnico de la selección en el Mundial de 1954, donde consiguió el tercer puesto; Josef Smistik, un férreo mediocampista central, que durante mucho tiempo fue capitán. En ese equipo plagado de estrellas, Sindelar destacaba de forma especial. Meisl utilizaba un sistema táctico habitual para la época, el clásico 1-2-3-5, conocido como la Pirámide Invertida, pero con algunas variantes claves: el volante central (Smistik) no sólo tenía obligaciones defensivas, sino que también era el organizador del juego, el conector entre la defensa y el ataque. La posición de delantero central, hasta ese momento, estaba predeterminada a un prototipo de jugador alto, fuerte, con buena capacidad aérea y con poca movilidad. Con la inclusión de Sindelar en esa posición, cambió ese paradigma: era un enganche con alma de goleador, un (falso) nueve exquisito, con una habilidad asombrosa y al que todos ya conocían por su apodo: “Der Papierene” (el hombre de papel) por su contextura física delgada (medía 1,75 metros y pesaba 74 kilos). Meisl, sin necesidad de cambiar el sistema, hizo los retoques necesarios y la selección austriaca pasó de ser un buen equipo a transformarse en algo mucho más grande.

El equipo milagroso llega a su fin

El Wunderteam, equipo pionero del fútbol mundial.

Entre mayo de 1931 y abril de 1933 el Wunderteam jugó 16 partidos: ganó 12, empató 2 y perdió 2, con 63 goles a favor y 20 goles en contra. Uno de los partidos que perdió fue histórico; una derrota que fue considerada como una victoria, un encuentro determinante: el 7 de diciembre de 1932 jugó en el mítico estadio de Stamford Bridge contra Inglaterra, los padres y creadores del fútbol. Ese día se dictó asueto en las escuelas y también en los establecimientos públicos. Austria se paralizó. La derrota fue por 4 a 3, pero durante gran parte del partido el equipo austríaco cautivó a los ingleses que habían colmado el estadio. Sindelar fue la gran figura. Convirtió un gol de antología y demostró que era uno de los mejores jugadores del momento. Al llegar a Viena, la gente los recibió como héroes. La última función oficial del Wunderteam fue el 9 de abril de 1933, una derrota contra Checoslovaquia por 2 a 1.

Si bien Austria llegó al Mundial de 1934 como uno de los candidatos a ganar el título, el equipo ya no era el mismo. Algunos jugadores se habían ido a otras selecciones y la estructura se vio resentida. De todas formas, le ganó 3 a 2 a Francia y 2 a 1 a Hungría para acceder a semifinales, donde se encontró con Italia, liderada por otro de los grandes entrenadores de la época: Vittorio Pozzo, quien luego sería bicampeón del mundo con la selección azurra. En un partido plagado de errores arbitrales en favor de los italianos y en el que Sindelar fue prácticamente cazado por las patadas (especialmente por “doble ancho” Monti, argentino nacionalizado italiano), Italia ganó 1 a 0. Luego Austria perdió contra Alemania y finalizó el Mundial en el cuarto puesto. En los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936, la Italia de Pozzo volvió a ser la bestia negra del equipo de Hugo Meisl: le ganó la final por 2 a 1.

El Wunderteam austríaco quedó en la memoria y el recuerdo por ser un equipo pionero en revolucionar e innovar tácticamente el fútbol. Con Matthias Sindelar (considerado el mejor jugador austríaco de todos los tiempos) como estandarte, la importancia y dimensión de lo que crearon Jimmy Hogan y Hugo Meisl fueron la piedra fundacional para que luego aparecieran equipos como «Los mágicos magiares», la extraordinaria selección de Hungría de la década del 50′, con Gusztav Sebes como entrenador, que cambió el paradigma táctico con el sistema 1-4-2-4. Años más tarde, la voracidad ofensiva de las selecciones brasileras del periodo 1958-1970 siguieron ese estilo, hasta llegar a la Holanda de 1974 de Rinus Michels que, con su fútbol total, cautivó al mundo. Pero sin la influencia del Wunderteam, seguramente, nada hubiera sido igual.

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